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La caída de Quintás despeja el futuro de las cajas
La crisis desatada en la Confederación Española de Cajas de Ahorros (CECA) no es más que el reflejo de lo que sucede al sector. Hay un enorme paralelismo entre el final de Juan Ramón Quintás como presidente de la CECA y el de las cajas de ahorros, porque no hay que engañarse: estamos ante el final de las cajas tal y como las conocemos hoy. Cajas y Quintás están muriendo de un éxito terriblemente mal administrado. Las cajas de ahorros se emborracharon del sector inmobiliario en los años de vino y rosas de la economía española. Dieron créditos a promotores y se asociaron con ellos mediante un tejido de empresas filiales que los auditores tratan ahora de desentrañar para que el balance refleje la profundidad de la herida. La situación es gravísima, pero dentro del sector no parecen tener prisa.
Durante esos años de éxito, la gestión de Quintás, como gran prohombre de las cajas y látigo de bancos, reguladores y gobiernos, ha hecho creer que la presidencia de la CECA era algo importante, algo así como la presidencia de Telefónica. Durante décadas nadie se había fijado en dicho cargo. ¿Quíen se acuerda de Sancho Dronda, de Josep Joan Pintó o de Braulio Medel como presidentes de la CECA? Quien les recuerde será por que eran presidentes de IberCaja, Caixa de Catalunya o Unicaja.
Después de Medel vino Manuel Pizarro, el hombre de Aznar en las cajas de ahorros, era presidente de IberCaja, y en muchos otros sitios. Cuando Aznar le nombra presidente de Endesa, decide que él quiere poner a su sucesor y quien mejor que Quintás que era su director general de la CECA. Este cambio era totalmente inédito, la CECA siempre la había presidido el presidente de una caja. Pero en aquellos momentos de mayoría absoluta del PP nadie se atrevió a torcer la intención a Pizarro, quien a través de Quintás quería seguir ejerciendo influencia en las cajas. Para que Quintás estuviera eternamente agradecido y fuera más permeable, además le nombró consejero de Endesa, algo que jamás debió aceptar y luego le metió en problemas cuando desde el grupo de La Caixa se opó a Endesa.
Presidir la CECA y no ser el responsable de ninguna caja ha resultado ser un juguete endiablado. Quintás se ha permitido sacudir casi simultáneamente a todo el mundo bajo la premisa de defender al sector. Sacudía sin piedad a los bancos, algo que era fácil cuando al otro lado estaba José Luis Leal, un hombre que no vino a este mundo para peleas de barrio. Al gobierno central (llegó a pedir elecciones anticipadas), a los autonómicos (que se lo pregunten a Esperanza Aguirre con la batalla de Caja Madrid) y al Banco de España, que desde hace seis meses es su pin-pan-pun preferido.
Es probable que en algunos casos llevara toda la razón, pero cuando uno trata de solucionar un problema el peor camino es ponerlo en conocimiento de todos. No hay más que ver cómo se mueve en las entretelas el que parece va a suceder, Isidre Fainé, y como le ha ganado la partida sin pronunciar ni una palabra en público.
Dicho esto, lo relevante no es Quintás, al que le quedaba poco más de un mes, si no qué hacer con un sector que se desangra. Ante la inacción de las propias interesadas, que una semana anuncian la fusión y a la siguiente la desfusión, los grandes partidos y las grandes cajas de ahorros han decidido tomar cartas en el asunto. Para entenderlo hay que analizar los personajes que son clave dentro del sector y que van a decidir el cambio.
Isidro Fainé, presidente de La Caixa, es probablemente el ejecutivo del sector de cajas que más ganas tiene de convertir a las cajas en algo parecido a los bancos, pero no porque sea un impostor, es que no les queda otro remedio. Ya ha sacado a cotizar el holding empresarial, Criteria, pero esto es claramente insuficiente.
Para mejorar sus ratios de capital, a comienzos de este mes colocó 3.000 millones de euros en deuda subordinada a 10 años. Es muy probable que con las reformas que se están planteando de las normativas de capital, esta deuda subordinada ni siquiera compute como recursos propios dentro de un año, porque en realidad es un bono a 10 años. Fainé lo sabe, pero también cuenta con que sus clientes se pueden convertir en los dueños de La Caixa sin problemas y además poner capital. Lo acaban de hacer con la deuda subordinada. Pedían invertir al menos 30.000 euros, tenían un mes para colocar la emisión y en 10 días estaba totalmente vendida. Es la fuerza de la mayor red de oficinas de España (5.300 sucursales), auque el poder lo tiene en Cataluña, en el resto tiene un porcentaje enorme de oficinas en pérdidas.
Rodrigo Rato, flamante nuevo presidente de Caja Madrid, es otro claro defensor de la privatización de las cajas de ahorros. Estuvo a punto de hacerlo cuando era vicepresidente y ministro de Economía y acabó pariendo las actuales cuotas participativas sin derechos políticos. Un error que ahora ayudará a subsanar. En el mismo ámbito, se mueven otros presidentes de cajas importantes en las que el PP es mayoritario, como son los de Bancaja o la CAM.
La presencia de Braulio Medel, presidente de Unicaja, en el fusilamiento sevillano de Quintás tiene otras connotaciones. Es una mezcla de mandato del Gobierno/PSOE, vendetta personal contra Quintás (cree que le traicionó al continuar con Pizarro) y demostración de poder y aviso de aquí estoy yo si Fainé se pone muy fino. Medel tiene su propio lío con absorber Caja Sur y ganar otro mandato, con eso va servido.
Fainé y Rato presiden las dos grandes cajas, las llamadas a quedarse con varias de las pequeñas y no tan pequeñas y hacer una reordenación de verdad del sector, creando más cajas con verdadera dimensión nacional que huyan de la tendencia a la manipulación de los gobiernos autonómicos. Cuando más grandes, más difícil es que las enreden los políticos.
El traje de caja se les ha quedado pequeño y necesitan cuanto antes un instrumento para llevar a cabo un proceso similar al de Mapfre. Las cajas podrían convertirse en sociedades por acciones y llevar a cabo ampliaciones de capital que las podrían suscribir sus propios clientes y así solucionar su déficit.
Hay que perder el miedo a que desaparezcan las cajas, puesto que es inevitable. Lo importante es que se garantice que hay una competencia fuerte, se llamen banco o cajas, y eso pasa por una fuerte reestructuración. Es necesario prescindir del 25% de la capacidad instalada (oficinas y plantilla). No hay negocio para más y tienen que volver a prestar. Los tiempos de vino y rosas se acabaron para Quintás y para el que venga.
Tendencias es una publicación on line de análisis socioeconómico de periodicidad semanal y de carácter restringido que edita Carlos Díaz Güell.
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